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Las personas con discapacidad ocupamos un lugar potente para pensar lo humano, dice la impulsora de la Red Mate

“Soy una mujer ciega, trabajadora y feliz. Tengo 37 años y, jugando un poco, digo que tengo el corazón de niña y la intuición de un alma vieja. Sobre todo, soy una agradecida”. Así se presenta Jimena López, militante de los derechos de las personas con discapacidad, licenciada y profesora en Comunicación Social, no docente por concurso en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UNC y coordinadora de la Red Mate (Materiales y Apoyos Tiflo Educativos), un espacio que promueve los derechos de las personas con discapacidad.

Jimena fue abanderada en la secundaria, escolta de la Bandera en la Facultad y Joven Sobresaliente, entre otras cosas. Hace pilates, baila salsa, anda en bicicleta en tándem y viaja. También da clases en el Profesorado Universitario de Educación Especial de la UPC.

-¿De qué manera la discapacidad visual te ha condicionado?
Perdí la vista a los 3 años y mi diagnóstico es atrofia del nervio óptico ocasionado por un virus. Esto en mi casa se vivió como un hecho traumático. Sin embargo, creo que lo traumático para mí no fue la ceguera sino todo lo que se produjo alrededor de este acontecimiento. Una discapacidad se ve como una tragedia, como algo que no debería ser. Creo que no estamos preparados para que irrumpan situaciones como éstas porque hay desconocimiento y prejuicios. Duele, porque sin darnos cuenta, empezamos a mirarnos con los ojos de la sociedad que nos dice que no vamos a poder, que somos insuficientes, o, por el contrario, que nos exige poder con todo. Desarmar esas construcciones fue el comienzo de mi viaje personal. En definitiva, es un dolor que me impulsó con un fuerte deseo de transformación.

-Viendo tus logros pareciera que la ceguera no ha sido un obstáculo en tu vida. ¿Te ha impedido hacer muchas cosas?
Me parece que no (se ríe). Hablando con mi mamá decíamos que el problema no está en la ceguera sino en las barreras del contexto. Uno sabe que tiene menos oportunidades si las escuelas no están preparadas para recibir personas con discapacidad, por ejemplo. Es ahí donde tenemos que trabajar para seguir transformando.

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-¿Cómo te acompañó tu familia?
Con un rol muy activo en la toma de decisiones. Buscaban que yo fuera independiente, que tuviera las mismas oportunidades y en el camino fueron aprendiendo. Mi familia ha sido, es y lo será siempre, un pilar de contención y apoyo. También de inspiración. Me enseñaron el valor de la lucha, la perseverancia, la entrega y el amor.

-¿Cómo ha sido tu experiencia en el sistema educativo?
En general, fue una experiencia feliz. Me gustaba estar en la escuela y ahí conocí a mi primer grupo de amigas con quienes sigo en contacto y compartiendo la vida. Además, tuve maestras integradoras que fueron un apoyo fundamental. Me transcribían los materiales al sistema Braille, me grababan en casetes, según la materia y me hacían los mapas en relieve. Hoy lo pienso y es un trabajo artesanal, muy personalizado y extremadamente valioso. Tuve maestras y profesores con mucha apertura.

-¿Algún ejemplo?
Una profe de inglés aprendió Braille para corregirme las pruebas. Otra profe de Tecnología nos daba un curso de Operador en PC, y sabiendo que no tenía las herramientas para enseñarme, encontró que en la Biblioteca para Ciegos de la Provincia daban un curso de informática para mayores de 18 años y gestionó para que me permitieran hacerlo con 14 años. También me acuerdo de una profe de Lengua que nos pidió que leyéramos ‘Sobre Héroes y Tumbas’ de Sábato, y mis amigas se organizaron por motus propio y me grabaron un capítulo cada una. Fueron situaciones conmovedoras y revolucionarias para mí.

-¿Y la Facultad?
Amé empezar la Facultad, una etapa donde se abrían otras oportunidades. Recuerdo a la profe que me recibió el primer día del cursillo y me acompañó al aula. En el camino fuimos conversando sobre las necesidades y las posibilidades para resolver algunas situaciones como las evaluaciones. Para mí fue la mejor bienvenida. La primera barrera con la que me encontré fueron los apuntes, resolver por cuenta propia cómo acceder al material.

Red Mate, un espacio de construcción colectiva

-La creación de la Red Mate permitió el acceso a materiales de estudio a personas ciegas. ¿Cómo nació ese proyecto?
La Red Mate es un espacio de construcción colectiva que se conformó en el año 2008 en conjunto con la entonces Escuela de Ciencias de la Información, la Asociación Civil Tiflonexos con sede en Buenos Aires, que tiene la primera Biblioteca Digital para Ciegos Tiflolibros, y la Unión Nacional de Ciegos del Uruguay. El objetivo inicial fue promover el derecho a la educación de estudiantes con discapacidad visual a través de la producción de materiales en formatos accesibles. Su creación en Córdoba está relacionada con mi experiencia como estudiante universitaria. Cuando empecé la facu en el 2006, no había materiales de estudio accesibles. Producir esos materiales digitales desde la facu permitió allanar el camino y no depender de la suerte o de hacer un esfuerzo desproporcionado para estudiar.

-¿Cómo hacías al principio?
Los primeros años acudí al apoyo de voluntarios en la Biblioteca para Ciegos que me grababan el material en sus tiempos libres. Me sentí afortunada de contar con estas personas que asumían un compromiso que me estimulaba a estudiar. Cada apunte eran como 20 casetes. Sentía que había un trabajo colectivo y me daba satisfacción compartir con ellos mis logros. Esto me permite explicar el concepto de autonomía, que tiene que ver con lo colectivo, los derechos y los apoyos.

-¿Qué lugar tienen las personas con discapacidad en la sociedad?
Creo que ocupamos un lugar potente para pensar lo humano. Hoy lo político se juega en las interacciones más personales. En la calle, por ejemplo, yo encuentro mucha empatía. Gente que consulta, que escucha, que ofrece ayuda con un trato respetuoso, equitativo, recíproco. Sin embargo, el desconocimiento y la falta de accesibilidad en distintos espacios, productos y servicios nos limitan o restringen las posibilidades de participación.

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-¿Dirías que hemos evolucionado?
-Utilizando la metáfora de la ceguera, puedo decir que en muchos casos seguimos invisibles. Hay muchos modos de no ver. Por ejemplo, con la indiferencia o con los modos de nombrar o de mirar. Ayer iba caminando por la calle y dos pasos más atrás una señora le dice a la otra “pobrecita”… Esto, llevado a un nivel macro, tiene un impacto enorme en el modo en que aprendemos a percibirnos y las posibilidades que encontramos en la sociedad para ejercer nuestros derechos y construir proyectos de vida digna. Hemos avanzado mucho con las leyes, instalando el modelo social que pone el foco en los contextos. Sin embargo, en la práctica aún siguen vigentes modelos paternalistas. Hacer ese pasaje es el gran desafío.

-Los prejuicios pueden ser a veces por ignorancia o miedo…
El miedo nos lleva a callarnos. El miedo a no hacer daño o a no hacer sufrir a veces hace sufrir porque genera distancia.

-¿Córdoba es una ciudad accesible?
Cuando las veredas no están rotas, cuando hay rampas en las esquinas para cruzar, cuando las bocas de tormenta están tapadas (una vez me caí y casi me quiebro la pierna porque le faltaba la tapa), cuando somos convocados a participar del diseño de las políticas públicas, cuando hay sistematicidad en la implementación de los recursos y las acciones, es decir cuando no hay barreras materiales y simbólicas, es accesible.

-¿Qué rol juega la tecnología?
Es una gran aliada para solucionar problemas. Hoy todos los celulares tienen opciones de accesibilidad. En mi caso, el lector de pantalla. Con el celular tomás apuntes, podés leer la etiqueta de un producto o la inteligencia artificial te permite saber qué contiene una foto… Pero si la tecnología no es accesible, genera barreras. Las aplicaciones o páginas web que no tienen todos los botones o enlaces etiquetados son inaccesibles.

-¿Qué les dirías a los niños y jóvenes con discapacidad y a sus familias?
Que no se queden solos. Que busquen hacer deporte, cantar, bailar, leer. Hay espacios disponibles para aprovechar y sino los inventamos y así hacemos del mundo un lugar mejor. Las libertades son posibles desde lo colectivo, no desde el individualismo como nos quieren hacer creer.

-¿Qué es la “ideología de la normalidad”?
Es una categoría teórica que permite cuestionar las construcciones que naturalizamos y damos por hechas. Si bien la sociedad está pensada para la mayoría, hay que ir hacia una convivencia. A partir de la ideología de la normalidad uno construye la idea de que le falta algo. Yo digo: yo no veo, pero a mí no me falta nada; en todo caso porto una ceguera que otros no tienen. Desde ahí me vinculo e interactúo con el mundo y deseo que eso sea considerado y valorado.

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