Cuando parecía que se había dicho todo sobre el femicidio de Nora Dalmasso (51), Netflix estrena una serie dirigida por el británico Jamie Crawford.
El documental explora, con un enfoque humano, el femicidio más escandaloso de la historia judicial cordobesa en los últimos 20 años. Cuenta con el testimonio de los hijos de la víctima, Facundo y Valentina, quienes revelan, por primera vez, cómo vivieron en el ojo de la tormenta mediática.
Crawford, documentalista británico con experiencia en casos resonantes, conoció Río Cuarto por un intercambio juvenil en 1996 y está casado con una argentina. Las mil muertes de Nora Dalmasso sale justo en momentos en que la Justicia tiene que definir si el crimen, cometido en 2006, puede quedar impune (por prescripción), aunque se descubra al asesino.
Al igual que otros periodistas, fui entrevistada por Crawford en 2024. Entonces, el director prometió un reportaje para La Voz. A continuación, lo que conversamos a horas del estreno.
–¿Por qué un documentalista inglés se interesó en un homicidio cometido en Río Cuarto? ¿Qué particularidades tiene el caso?
–Lo ocurrido en Río Cuarto es una historia universal. Lo que siempre me sorprendió fue la manera en que explotó esta historia, el infierno, la tormenta mediática que despertó. Como pocas. Y yo quería saber por qué, investigar, ir más allá de los títulos, estudiarlo con una perspectiva emocional y humana y también examinar cómo consumimos estas historias. Me interesaba mucho ese viaje desde el crimen hasta el mito. Y, al ser el director del proyecto, cómo contribuyo a ese proceso. Explorar las extremidades de las experiencias humanas, cómo es vivir en el ojo de la tormenta. Haber vivido años atrás en Río Cuarto completó el círculo.
–¿Cómo te explicás el punto al que se llegó en el caso?
–No soy ningún experto, simplemente vi, leí, hice muchas preguntas. Lo que me pareció, la conclusión de todo esto es: la fuerza del prejuicio. Prejuicio hacia arriba, hacia abajo, hacia el vecino. Y la facilidad de juzgar. Hoy en el océano de información disponible, las 24 horas del día consumimos muy rápido todo. Entonces, con dos palabras o una foto se forman opiniones sin realmente saber nada. Muchas veces hacemos conclusiones rápidamente viendo mucho e investigando poco.
–¿Qué desafío impone narrar una historia marcada por prejuicios?
–Para mí la regla de oro es siempre hablar con la gente que realmente lo vivió, en carne propia. Darles la oportunidad de contar su experiencia, sin interrupción, a lo largo de muchas horas, a un nivel muy profundo. Yo busco siempre las memorias más sensoriales, las experiencias de cada uno, no sólo la familia y amigos sino periodistas, fiscales, no editorializar mucho. Es básicamente la cronología de la historia contada de ese modo.
–¿Y qué fue lo que más te conmovió?
–Siempre es muy intensa la experiencia de entrevistar a alguien y acompañarlo para despertar memorias muy dolorosas. El desafío es que, para realmente entender lo que vivieron Facundo y Valentina, hay que preguntar y abrir de nuevo esas cicatrices. Para acercarse a su experiencia, para que se entienda, tenés que hacer daño. Esas personas tienen que pasar de vuelta por los momentos más dolorosos de su vida entera, confiar y abrirse. Cada entrevista por esto me costó muchísimo. Son muchas horas haciéndoles este daño y al mismo tiempo tratando de acompañar.
–¿Qué imagen tenés de Marcelo Macarrón? ¿Por qué fue sospechoso?
–Mi experiencia fue encontrarme con un papá muy dolido, un tipo que perdió a su mujer, alguien que ha vivido a pesar de la opinión formada, algunos lo odian, lo sospechan (…). Lo que ha vivido es alucinantemente difícil, durante 20 años. Lo vi sufriendo todo eso. Al mismo tiempo es de otra generación, se expresa de otra manera. Creo que en su silencio lo juzgaron mucho. Es una persona en 3D, somos todos complicados. Como dice Facundo: ‘Lo que pasó es que mi papá no tenía cara de inocente’. Eso lo condenó. A entrevistarlo fuimos con el equipo, somos una docena, y fue súper respetuoso, amable, un anfitrión orgulloso de tenernos en su casa. Yo amo Río Cuarto por esa experiencia que me dio hace muchos años y él es un hijo de Río Cuarto…
–¿Cómo fue el proceso para que la familia acepte la serie?
–Empecé a hablar con Facundo hace casi tres años. Había varios productores tratando de hacer la historia. Después del juicio, le pregunté qué quería: tanto él como Valentina querían reinvindicar a su mamá. Que la conozcan como era. Desde el día uno les dije que mi tarea era abrir la puerta para que puedan contar su experiencia. Siempre quise acercarme a la parte más humana de esta historia y examinar un poco el por qué. No soy fiscal, investigador, mi trabajo no es resolver el crimen, es contar historias humanas. Después de charlarlo mucho me acerqué a Netflix, ellos también habían tenido muchas propuestas y querían hacerlo sin repetir todo lo morboso (…) Nunca empujaron para hacerlo más mediático. En los cinco o seis meses de edición, muchas veces charlamos sobre una foto, una frase, si era necesaria o no, para equilibrar y seguir el camino ético.
-¿Qué les dirías a quienes critican a la industria documental por explotar los casos criminales, “lucrar con la muerte”?
–A cada uno nos toca tratar los casos de una manera personal y ética. Nos pueden criticar por contar la historia de vuelta, pero la verdad es que fuimos a la gente, a la familia, ellos tuvieron confianza en nosotros para contar su historia y me parece súper importante que tengan esa oportunidad. La historia nunca se ha contado con este enfoque. Estoy superorgulloso de haber podido acceder a eso. Ha sido una experiencia increíble. Ojalá nos haga reflexionar sobre cómo consumimos estas historias, para acordarnos, cuando explote algo así, que hay gente real del otro lado.
Denise Audrito
Domingo de lluvia en Río Cuarto. Hallan muerta a Nora Dalmasso (51) en la Villa Golf. Desnuda, sola, estrangulada con el cinto de su bata. Sexo, poder y dinero disparan todo tipo de intereses, morbo y prejuicios. Mezquindades políticas y sensacionalismo empujan la investigación al precipicio del escándalo.
“Mataron a ‘la mujer del doctor Macarrón’”, avisaron policías. “Encontraron ahorcada y desnuda en la cama a Norita”, decían las vecinas. “Esto iba a pasar. Son esos jueguitos sexuales”, murmuraba una “amiga”.
Mientras la Justicia no hallaba respuestas y hasta enviaba muestras al FBI, machismo y rating paseaban la imagen de la mujer de portada en portada. Hasta las fotos del cadáver, sin escrúpulos.
Los chismes sobre la vida privada apuntaban especialmente al marido, Marcelo Macarrón, traumatólogo de Río Cuarto, ausente ese fin de semana, en un torneo de Golf en Punta del Este.
Tensionado por la opinión pública y las fechas de elecciones, el poder también jugaba sus cartas en la investigación. La Justicia persiguió a un supuesto amante que ni la conocía.
Luego a un pintor: un “perejil”, liberado tras una inédita movilización popular. Durante cinco años acusaron al hijo, ¿por gay?. Finalmente, a juicio el viudo. Absuelto. Y muchos seguirán diciendo que fue él.
Ahora, la prueba genética apunta a otro obrero: “el parquetista”. Se ordena un juicio “por la verdad”, pero sin condenas posibles… Dieciocho años de errores revictimizaron a Nora Dalmasso y a su familia y nos sumieron en el descreimiento. La impunidad avanza.
El femicidio más resonante de los últimos 20 años podría no tener condena ni final. El asesino tuvo como aliados una acumulación de errores, intereses ocultos, prejuicios que transformaron lo absurdo en verosímil y finalmente, la prescripción, la última coartada posible de una justicia ineficaz.
Serie documental de Netflix, de tres episodios, dirigida por el cineasta inglés Jamie Crawford. Disponible desde el jueves 19 de junio en la plataforma.