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Tangentópolis a la española

A principios de los noventa en Italia estalló el mayor escándalo de corrupción política de la modernidad, Tangentópolis, la ciudad de los sobornos, una red masiva de corrupción que implicaba a políticos, empresarios, funcionarios públicos, a la Democracia Cristiana y el Partido Socialista Italiano. El escándalo provocó la caída de los dos partidos históricos, la ruptura del sistema y el surgimiento de Forza Italia de Silvio Berlusconi.

Tangentópolis marcó un antes y un después en la política italiana, dejando una huella profunda en la confianza pública hacia las instituciones, ya debilitada en un país en el que, allí sí, la mafia convivía con la democracia. Es fácil apreciar el riesgo de un escenario de similares características en nuestro país, en el que coinciden los primeros pasos de la investigación policial en los escándalos de corrupción en el entorno del PSOE con el comienzo después del verano de los juicios orales en los casos Gürtel, Bárcenas, Lezo, Púnica y Taula que afectan al Partido Popular.

Si el escándalo italiano fue destapado por la operación judicial conocida como Manos Limpias llevada a cabo por un grupo de magistrados en Milán, aquí hemos copiado el nombre, más bien lo ha hecho un abogado y exfuncionario vinculado a la extrema derecha española, creando un pseudo sindicato del mismo nombre, que se persona en todas aquellas denuncias con contenido político en beneficio no sé sabe muy bien de qué, lo que está claro es que, en busca del interés general, no.

La sensación de asfixia, bronca constante, imposibilidad de control preventivo de la corrupción que parece estructural entre algunas grandes empresas del sector de las infraestructuras, dirigentes políticos de diferente signo y la colaboración necesaria de funcionarios decisivos en la adjudicación y contratación no lleva solo a la indignación, casi hemos pasado esa pantalla y estamos en la desolación. La alternancia política en nuestra democracia ha venido de la mano de la corrupción, la caída de Felipe González, la llegada de Aznar, su salida fue más bien por la mentira, y los casos explotaron después, la salida de Mariano Rajoy a través de la moción de censura, sólo parece que el mandato de José Luis Rodríguez Zapatero se escapó de esta dinámica. Si en lugar de usar la debilidad ante la corrupción como arma electoral, sirviera para replantear medidas más que de control, de prevención eficaces tendríamos una posibilidad de escapar de esta demolición a la italiana y no tener que soportar como salvadores de la patria a otros investigados por prácticas de financiación irregular, respirando por el pulmón de un banco húngaro vinculado al gobierno de Orbán.

*Politóloga

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