Los científicos no salen de su asombro: un estudio pionero de la Universidad de Tel Aviv, en Israel, ha revelado la primera evidencia científica de comunicación acústica entre plantas e insectos, lo que marca un hito en la comprensión de las interacciones ecológicas.
La investigación, publicada en ‘eLife’, demuestra que las polillas hembra (Spodoptera littoralis) utilizan sonidos ultrasónicos emitidos por plantas bajo estrés hídrico para decidir dónde depositar sus huevos, dando prioridad a la vegetación sana que no emite estas señales de alerta.
Estos sonidos, imperceptibles para el oído humano pero detectables por los insectos, abren una nueva dimensión en el estudio de la comunicación interespecies.
El equipo, dirigido por Yossi Yovel y Lilach Hadany, diseñó experimentos controlados para aislar el componente auditivo de otros estímulos sensoriales. Los investigadores ofrecieron a las polillas diferentes opciones, monitoreando sus decisiones de oviposición durante varias noches.
Ejemplar de polilla. / Pixabay
¿Por qué polillas? «Decidimos centrarnos en las polillas hembra, que suelen poner sus huevos en las plantas para que las larvas puedan alimentarse una vez eclosionadas. Supusimos que las hembras buscan un sitio óptimo para poner sus huevos: una planta sana que pueda nutrir adecuadamente a las larvas«, explica Hadany.
«Por lo tanto, cuando la planta indica que está deshidratada y bajo estrés, ¿las polillas prestarían atención a la advertencia y evitarían poner huevos en ella? Para explorar esta cuestión, realizamos varios experimentos», añade.
Un giro crucial
En el primer ensayo, las polillas eligieron entre dos cajas: una con un altavoz que reproducía grabaciones de plantas de tomate deshidratadas (60 clics ultrasónicos por minuto a unos 50 kHz) y otra en silencio.
«Las hembras mostraron una clara preferencia por la caja ‘ruidosa’», explica Rya Seltzer, coautor del estudio. Esta elección, registrada en el 68% de los casos, sugiere que interpretaron el sonido como indicio de vida vegetal, aunque estresada.
Para confirmar el rol del sistema auditivo, los investigadores repitieron el experimento con polillas sordeadas quirúrgicamente (ruptura de tímpanos toraco-abdominales), las cuales perdieron toda preferencia.
La prueba decisiva fue realizada con plantas reales: dos tomates hidratados, uno con sonidos de estrés hídrico y otro silencioso. En este caso, las polillas invirtieron su comportamiento, evitando significativamente la vegetación ‘ruidosa’.
Una polilla sobre una flor. / EFE / EPA / Harish Tyagi.
«Este giro es crucial, porque indica que las polillas integran múltiples señales –visuales, olfativas y acústicas– para evaluar la calidad de las plantas«, explica Yovel. La preferencia por vegetación silenciosa se alinea con su necesidad de asegurar nutrientes óptimos para sus larvas, según el investigador
«Escucha clandestina»
Un tercer experimento descartó respuestas genéricas a ultrasonidos: al exponerlas a cajas con polillas macho emitiendo sonidos de cortejo (espectro similar al vegetal), las hembras no mostraron inclinación alguna. «La respuesta es específica para sonidos de plantas», afirma Hadany.
El seguimiento por videovigilancia reveló que las polillas exploran minuciosamente el entorno antes de decidir. En ausencia de plantas, dedicaban progresivamente más tiempo al lado con sonidos de estrés, cruzando la arena colocada por los científicos hasta 42 veces por noche. Sin embargo, al detectar señales contradictorias (por ejemplo, una planta hidratada con sonidos de sequía), priorizaban la coherencia sensorial.
Los sonidos estudiados, producto de la cavitación en tejidos deshidratados, alcanzan intensidades de 60 decibelios SPL (nivel de presión sonora) a 10 centímetros, suficientes para ser detectados a 1.5 metros.
Una polilla. / Pixabay
Si bien no son señales evolutivas dirigidas a insectos (sino subproductos fisiológicos), las polillas los aprovechan como indicadores de calidad vegetal. «Es un ejemplo fascinante de ‘eavesdropping’ (escucha clandestina) ecológica», destacó Guy Zer Eshel, coautor.
Un mundo por descubrir
El estudio plantea preguntas trascendentales: ¿Emplean otros insectos estos sonidos? Por ejemplo, los polinizadores podrían usarlos para identificar plantas con néctar escaso, o depredadores para localizar presas herbívoras, exponen los autores.
Además, la investigación sugiere que las plantas podrían modular sus emisiones acústicas para atraer beneficios, como señalar infestaciones a insectos que controlen plagas.
«Revelamos la primera evidencia de interacción acústica entre una planta y un insecto. Sin embargo, estamos convencidos de que esto es solo el comienzo», destacan los investigadores.
«La interacción acústica entre plantas y animales, sin duda, tiene muchas más formas y una amplia gama de funciones. Este es un campo vasto e inexplorado: todo un mundo por descubrir», concluyen, a la vez que anuncian futuros estudios para comprobar, por ejemplo, si las plantas modifican activamente sus sonidos y cómo los insectos discriminan entre señales de diferentes especies vegetales o tipos de estrés.