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Duelos exprés en el trabajo

Murió el padre de Yolanda Díaz y se desataron todo tipo de críticas porque la vicepresidenta acudió el día después a trabajar al Congreso. Pensaba que, a estas alturas, ya se sabía que nadie debe juzgar el duelo de los demás. Que seguramente, con un padre político, Díaz acudiera a trabajar como una forma de honrar su memoria. De la misma manera que cuando murió un familiar, Concha Velasco me contaba que tuvo que hacer una función de teatro cuando ella solo quería llorar. Y así, decenas de personas conocidas o anónimas que, por diversas circunstancias, han tenido que reaccionar igual. Algunas, para ocupar sus pensamientos frente al dolor, prefieren trabajar pronto. Otras, optarían por todo lo contrario, pero el sistema no lo permite. Quizás sería esta la pregunta que nos deberíamos hacer: ¿cómo afrontamos el duelo en una sociedad que mide el tiempo como productividad y que apenas concede espacio para procesar y sanar?

Deberíamos plantearnos por qué el permiso por fallecimiento de un familiar directo es de tres días (o cinco), pero por contraer matrimonio hay 15 días de permiso disponibles. Sin contar que, a veces, familiares de tercer grado han significado más en nuestras vidas que algunos más directos, y no hay permisos. El caso es que nos dan más tiempo para celebrar que para despedir. Como si la alegría mereciera más espacio que la tristeza, que hay que gestionarla rápido. Como si el duelo pudiera comprimirse en unas pocas jornadas. Como si la muerte no fueran días de desgaste previos, de cuidados intensivos, de noches en vela, de shock y de trámites muy duros. Además del peso emocional: entrar en casa de la persona fallecida, guardar sus recuerdos, ver su batín, sus zapatillas, su taza y esas pequeñas cosas que son grandes obstáculos del duelo.

La muerte de un ser querido desorganiza nuestro mundo interno. Afrontar un duelo no es solo llorar delante de la gente, también es tomar decisiones difíciles, gestionar trámites legales y administrativos con una ausencia que ya ni te deja pensar, acompañar a otros familiares o bien pelearse con ellos o ver cómo algunos cuervos vienen solo en busca de herencias. Implica conocer la verdadera cara de quienes creías cercanos e implica reconstruirse. Saber vivir con la ausencia y el vacío. Tres días no alcanzan ni para llorar ni respirar sin dolor.

Durante el duelo se trabaja y, a veces, no sabes muy bien si por elección personal, por presión empresarial o social. Incluso, a veces, hasta del resto de familiares, que te imponen sus tiempos de recuperación. Ausentarse y no rendir se penaliza. Y aunque legalmente se puede ampliar el permiso con días personales o vacaciones, esto significa que para vivir un duelo hay que gastar tiempo que era personal y que, quizás, no puedes disfrutarlo hasta meses después de la muerte.

No es solo un proceso emocional, es también un asunto de salud pública. Una mala gestión del duelo puede derivar en trastornos de ansiedad o depresión. Todo porque en nuestras sociedades modernas el mensaje es «sé fuerte», «no te derrumbes», «vuelve pronto, que la vida sigue». Ya saben, toda esa filosofía que te culpa si no te recuperas rápido. Sin tener en cuenta que, quizás, esa muerte es la gota que colma el vaso de una vida profesional o personal que estaba también en crisis.

Todo el mundo aparenta. Oculta emociones por miedo a ser vistos como débiles. Sonríe o rinde cuando quiere llorar o solo estar en silencio. A veces, cuando la muerte llega, pensamos de forma equivocada que el luto empieza ahí. Y quizás el luto ya se ha vivido semanas o meses o años antes, cuando la larga enfermedad ha llegado y esa persona se apaga poco a poco. En ese momento, la muerte ya se interpreta como una forma de alivio al dolor. El trauma de la pérdida a veces se vive antes del fallecimiento.

Sería bueno repensar las políticas laborales con una legislación más humana respecto al duelo. Quizás el primer paso sea aceptar que somos tremendamente vulnerables. Y que quienes se crean invencibles piensen que la vida da muchas vueltas. Nunca sabes si necesitarás tiempo para rehacerte. Ojalá que el duelo se pudiera afrontar sin rumores ni señalamientos, que ya bastante pesa ese proceso como para soportar el juicio de los demás.

*Profesora de la UOC y periodista

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