Los ordenadores cuánticos traman una revolución
La computación basada en la mecánica cuántica está llamada a resolver problemas complejos que no puede abarcar la informática convencional, algo que beneficiará a múltiples campos, desde la medicina y la ciencia de materiales a la ciberseguridad.
Las grandes revoluciones estallan solo cuando están realmente preparadas para ello, también las tecnológicas. Como los volcanes, llevan la lava a ebullición con discreción, bajo tierra, antes de emerger con furia a la superficie. La prueba más reciente se encuentra en la inteligencia artificial, un término que se acuñó en 1956 pero que hasta la reciente aparición de ChatGPT y compañía no se ha convertido en una herramienta omnipresente. Es probable que suceda lo mismo con la computación cuántica, candidata a protagonizar la próxima gran disrupción. Por el momento, va subiendo de temperatura poco a poco sin hacer demasiado ruido, hasta que su erupción sea inevitable.
Foto: Mario Ejarque / BSC
Los ordenadores basados en la mecánica cuántica (aquella que explica el comportamiento de los átomos y las partículas fundamentales) son capaces de resolver problemas inabarcables para las computadoras actuales, tanto por capacidad como velocidad. Por ello, están llamados a ofrecer soluciones impensables en campos como la criptografía y la ciberseguridad, el desarrollo de nuevos fármacos a través de la simulación de moléculas, la investigación médica, la optimización de rutas logísticas, el ahorro energético, la predicción de fenómenos naturales, las finanzas, la creación de nuevos materiales e incluso la redefinición de los algoritmos de la IA.
Avances que tendrán su traslación a la vida cotidiana, sin duda, aunque de manera indirecta. No tendremos ordenadores cuánticos en casa, pero nos veremos beneficiados por su uso a nivel industrial, tecnológico y científico a través de grandes infraestructuras compartidas. Aunque aún falta algo de tiempo para ello. “Estamos en un momento de transición más que en un verdadero punto de inflexión hacia una adopción masiva de la computación cuántica. Se han producido avances tangibles, pero las limitaciones persisten. En todo caso, la pregunta no es si la computación cuántica transformará industrias, sino cuándo, cómo y qué enfoques técnicos prevalecerán en esa eventual transformación”, asegura Marc Bara, ingeniero y profesor de la OBS Business School.
Los cúbits: ceros, unos y todo lo demás
Pero, ¿cuál es la principal diferencia respecto a la informática tradicional? La respuesta más sencilla es que funciona bajo otras leyes, que pueden parecer casi de ciencia ficción a escala humana, aunque perfectamente definidas en el mundo microscópico de la física cuántica. Las computadoras digitales codifican la información en bits, dígitos binarios que se materializan en dos valores: el 0 y el 1, encendido o apagado. Las cuánticas lo hacen a través de cúbits (del inglés qubit), que no solo representan estos dos estados diferenciados, sino que pueden ser ambos a la vez. Es decir, representar un 1 y un 0 al mismo tiempo. Es lo que se conoce como superposición y es, junto al entrelazamiento cuántico, la clave de todo el asunto.
La superposición describe la capacidad de partículas elementales como electrones, fotones o átomos para estar en dos lugares a la vez, o moverse en dos direcciones diferentes al mismo tiempo. O de estar vivas y muertas a la vez, como el famoso gato de Schrödinger. Son, por lo tanto, impredecibles, y contradicen el funcionamiento del mundo visible y sus leyes físicas. Por otro lado, el entrelazamiento es un fenómeno por el cual dos partículas están conectadas de tal manera que su comportamiento es dependiente aunque estén a kilómetros de distancia. Como si se lanzaran dos dados a la vez en dos habitaciones distintas y el resultado siempre coincidieran, porque a nivel cuántico son el mismo dado.
Estos dos comportamientos son clave para la configuración del cúbit, la pieza básica de la computación cuántica y que definen la potencia del ordenador según la cantidad de estos elementos de los que disponga. Pero también conllevan una serie de problemas que todavía quedan por resolver de manera definitiva para que pueda ser una tecnología madura. Dichos cúbits son extremadamente sensibles a cualquier perturbación del entorno, lo que dificulta su manipulación y control. Además, existe lo que se define como la decoherencia, la pérdida de información cuántica.
Hacia la supremacía cuántica
La gran pregunta es cuándo se logrará alcanzar la supremacía cuántica, es decir, cuando una computadora de esta categoría podrá resolver un problema de la vida real que sería prácticamente imposible o inalcanzable para una computadora clásica, en un tiempo operativo. Para que así sea, será necesario desarrollar una máquina con miles de cúbits superconductores y con la capacidad de permanecer en superposición cuántica de manera estable. Y aunque parece aún lejos, hay dos compañías que se lo han propuesto para antes de terminar la década: la estadounidense IBM y la china SpinQ. Y a nivel de investigación, el California Institute of Technology ha conseguido recientemente hacer trabajar a la vez a 6.100 cúbits, batiendo el récord anterior, que era de 1.000.
Eso no quiere decir que no haya ya ordenadores cuánticos y simuladores operativos, tanto para avanzar en la investigación como para resolver cuestiones concretas. En España, el Barcelona Supercomputing Center-Centro Nacional de Supercomputación (BSC-CNS) acoge el primer ordenador cuántico de fabricación 100% europea, fruto de la colaboración entre la empresa catalana Qilimanjaro Quantum Tech y el proyecto Quantum Spain. Antes de final de año está previsto incorporar otro ordenador cuántico, esta vez analógico, para comenzar a tejer el MareNostrum-Ona, un sistema de ordenadores cuánticos de acceso público impulsado por la Unión Europea. Además, IBM cuenta con una compudora instalada en el Centro de Computación Cuántica del País Vasco y Fujitsu tiene otra en el Centro de Supercomputación de Galicia. Además, la Red ARQA, formada por diversos centros tecnológicos, ofrece soluciones a las empresas basadas en la simulación cuántica.
Así se va armando una computación que puede poner fin al dominio de un tipo de informática que ha evolucionado de manera estratosférica, pero siempre sosteniéndose sobre el mundo digital, el de ceros y unos, el del todo o nada. La cuántica abre millones de matices y, con ellos, ¿una nueva forma de entender el mundo? Quizás, si se consigue domar a las traviesas partículas subatómicas, esta será la revolución que lleve a la humanidad a una nueva era.
¿Podemos esperar que la computación cuántica cambie nuestras vidas?
Tiene el potencial de ser una revolución tecnológica, pero su impacto será más sutil para el público general. A diferencia de internet o la inteligencia artificial, que usamos directamente en nuestro día a día, los ordenadores cuánticos trabajarán entre bambalinas, resolviendo problemas concretos muy complejos que son casi imposibles para los ordenadores clásicos. Así que estará integrada en servicios y herramientas de forma casi invisible, como ya sucede con el GPS, el transistor o el láser. Poca gente es consciente de que han sido posibles gracias a la física cuántica.
¿En qué punto del camino estamos?
En una etapa temprana, pero prometedora. Existen ordenadores cuánticos reales, cada vez más, pero todavía son imperfectos y limitados. Se habla mucho de alcanzar la llamada ventaja cuántica, es decir, el momento en que un ordenador cuántico haga algo útil y mejor que cualquier ordenador tradicional. Algunos experimentos ya han demostrado esto en casos muy concretos, pero el impacto real aún no ha llegado. Seguramente antes que acabe esta década tendremos aplicaciones reales de la computación cuántica.
¿Qué retos quedan por superar?
En cuanto a hardware, debemos mejorar la calidad de los cúbits para que no generen tantos errores experimentales. Además, es necesario poder escalar los prototipos, es decir, que podamos fabricar ordenadores de millones de cúbits. Estos dos pasos son fundamentales para poder hacer corrección cuántica de errores y así poder implementar los algoritmos más potentes. A nivel de aplicaciones, es necesario seguir investigado qué problemas puede ayudar a resolver.
¿El pasado febrero, el BSC instaló su primer ordenador cuántico. ¿Qué avances han logrado desde entonces?
Ya estamos en la segunda convocatoria de acceso a este ordenador cuántico, es decir, que muchos investigadores, grupos y empresas ya han podido acceder a esta tecnología para probarla. Todavía nos quedan retos por resolver, en concreto mejorar la estabilidad del ordenador cuántico, tarea que de por sí es un reto para el campo, pero estamos muy satisfechos de haber conseguido ofrecer el acceso a esta tecnología a la comunidad española.
A finales de este año está previsto la instalación del segundo ordenador cuántico. ¿Qué salto les permitirá dar?
La ventaja es que será de tipo analógico, a diferencia del actual, que es digital. Esto permite ejecutar soluciones muy distintas a la vez de complementarias. Además, este segundo ordenador cuántico va a formar parte de la red europea de supercomputación, llamada EuroHPC. Ambos ordenadores cuánticos estarán conectados con el superordenador MareNostrum, es decir, que los usuarios podrán decidir ejecutar algoritmos en máquinas cuánticas o tradicionales.
En España existen otros ordenadores cuánticos, impulsados por empresas privadas. ¿Qué importancia tiene la creación de una red pública como la que está tejiendo Quantum Spain?
Quantum Spain representa una semilla, que ya ha germinado, que va a permitir que investigadores y empresas puedan familiarizarse con esta tecnología sin coste alguno, solamente impulsados por su interés científico. Esto elimina cualquier barrera económica y de acceso para que muchos puedan dar el salto a la computación cuántica. Por eso es importante contar con una infraestructura pública y competitiva de computación. Nuestros objetivo es impulsar la investigación y ser complementarios a la oferta privada.
