El mayor atractivo del Mundial de Clubes es que permite enfrentamientos que se creían perdidos en el tiempo. Como el de Sergio Ramos y Óliver Torres contra el Inter de Milán. Dos jugadores de signos opuestos, uno madridista y otro atlético, que dieron un golpe en el corazón del subcampeón de Europa, el Inter de Chivu. Un equipo deudor del proyecto de Inzaghi, pero que se desangró en una final de Champions donde Luis Enrique retrató su espíritu competitivo. Lautaro evitó un daño mayor para el subcampeón europeo, obligado a competir lo que queda de fase de grupos.
‘Ramos 93’, un dorsal hecho remate
Qué difícil está siendo para los equipos europeos competir en escenarios en los que tienen mucho que perder. Lo sufrió Benfica ante Boca, el Oporto frente al Palmeiras o el Borussia Dortmund contra el Fluminense. Es lo que pasa cuando se introducen en la ecuación a jugadores como el ’93’ de Rayados o a Lucas Ocampos. Junto con Óliver Torres y Canales, cuatro patas para un banco que provocó un problema de personalidad en el Inter.
Claro que un cuarteto no hacen once, pero ayudan a que afinen lo suficiente para componer una sinfonía que dejó a Inter tiritando. El tanto de Ramos, a pase de Óliver Torres, tuvo ecos de la final de Lisboa. Por el levantamiento imperial del central y una celebración categórica. Al Inter se le quedó la cara de Milan, que ni siquiera está en el torneo. Un susto de muerte del que se repuso gracias a Lautaro, definidor de una jugada combinativa suprema.
Hay que reconocer un éxito del Mundial de Clubes: es un torneo tan corto y desconocido que a los ‘outsiders’ les da prácticamente igualmente igual lo que pase. Además, es el espacio de reivindicación para leyendas que se creían muertas y que, quién sabe, si con una cartelera efectiva, pueden volver a Europa. Como Sergio Canales. Aunque bien pensado, es mejor ser cabeza de león que no cola de ratón.
Palo de Canales, palazo para el Inter
El cántabro provocó taquicardias en el estreno de Chivu con un palo estremecedor, que tiene una responsabilidad inmensa como es suceder a Simone Inzaghi, el fichaje más importante de Al Hilal en el mercado extraordinario del Mundial de Clubes. Para los equipos mexicanos, el Mundial de Clubes es un escaparate imprescindible. Más en el caso de Monterrey, perteneciente al estado de Nuevo León, que colinda con Texas.
En igualdad de fuerzas, algo que permite los calendarios diametralmente opuestos con los que operan ambos equipos, los representantes europeos intentan aplicar la mayor calidad. Es lo que procuró Inter en una segunda mitad donde Rayados se puso a defender, apoyado por una hinchada que copó todo el sonido ambiente de la retransmisión. Pero el cuadro de Domènec Torrent estaba próximo a la muerte, agazapado bajo Esteban Andrada.
El Inter se puso el mono de trabajo para evitar un patinazo que le comprometa ante River Plate, que venció 3-1 a Urawa Reds. Cada fallo se paga caro en un torneo corto e intenso que pone al límite las fuerzas de los jugadores de élite en Europa que tienen un delirio transitorio con un torneo que no pueden tomarse como una postemporada, aunque las fechas inviten a ello.
El Inter es el que se queda Rayados después de una noche de insomnio donde solo una jugada ensayada demostró la diferencia entre dos equipos de realidades diferentes, pero que convergieron en un empate que pone al rojo vivo el grupo E. Otro ejemplo de lo que le puede pasar al cuadro de favoritos si piensa en una alfombra roja para depositar sus méritos. Porque, aunque no lo entiendan, todos los equipos tienen su historia. Y este Mundial de Clubes forman parte de ella con letras de oro.