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Alto el fuego no es igual a paz

El mundo respira aliviado, primero cuando Donald Trump anunció el alto el fuego entre Israel e Irán, y luego, pasadas varias horas, cuando ambos países beligerantes lo confirmaron. Es que, con la entrada de Estados Unidos en la contienda, bombardeando centrales nucleares iraníes, ya estábamos ante una guerra regional, que tenía de un lado a Washington y Tel Aviv, y del otro lado a Yemen junto a Irán. Y como había dicho Sergei Lavrov, canciller de la Federación Rusa, la Tercera Guerra Mundial no era una exageración descabellada.

Luego vinieron las acusaciones mutuas de haber violado el acuerdo, y una sobreactuación de Trump reprendiendo por redes sociales a Netanyahu y ordenándole que se abstenga de atacar a la república islámica. Pero una vez recuperada la calma, sobreviene el tiempo de los recuentos. Más allá de las 500 vidas humanas perdidas y los daños materiales de ambos lados, en materia geopolítica todos se muestran ganadores.

-Trump se muestra ganador, porque retomó la agenda, para afuera y para adentro de su país. Había quedado relegado por Israel cuando este país decidió unilateralmente atacar injustificadamente a Irán. La telaraña de Netanyahu lo ponía en una situación incómoda, o quedaba como yendo atrás de Israel en la guerra contra Irán, o quedaba afuera de una eventual victoria israelí. Finalmente, optó por atacar para poder arrogarse algún mérito, y luego parar todo, para atribuirse también el rol de pacificador.

-Netanyahu también se muestra como ganador, porque supuestamente se cumplió su objetivo principal: destruir parcial o totalmente el programa nuclear iraní. Pero, además, porque logró cohesión social dentro de su país en torno a una guerra contra un enemigo supuestamente muy malo y muy fuerte, cosa que no tiene en relación al genocidio que lleva adelante contra el pueblo palestino.

-Y también se muestra triunfante el gobierno de Irán, porque respondió con dignidad a los ataques preventivos (injustificados). No fue aplastado ni se rindió. No cayó el régimen como vociferaban tanto Netanyahu como Trump. También cohesionó mucho más a su población y, además, infringió daños serios a Israel, mostrando al mundo que la famosa Cúpula de Hierro no es infalible.

Sin embargo, quedan varios puntos no muy claros. El primero de ellos es si realmente Estados Unidos destruyó todo o parte del programa nuclear, como asevera no sólo Trump, sino también Netanyahu. Desde Irán lo desmienten, y afirman que los daños en sus centrales fueron superficiales, y que el uranio enriquecido había sido debidamente evacuado a tiempo. Pero eso también dicen algunos asesores de Trump, ex inspectores de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) y hasta medios de comunicación afines al presidente estadounidense como Fox News.

Este punto es crucial para todas las partes: para Israel y Estados Unidos porque le niegan a Irán la posibilidad de tener armas nucleares. Recordemos que un solo país en la historia las usó, y fue Estados Unidos en Hiroshima y Nagasaki, y que Israel tiene un desarrollo clandestino (sin permitir inspecciones de la OIEA) que le ha dado por lo menos 90 ojivas nucleares. Pero también es un punto importante para Irán, porque si es que no tenía un desarrollo nuclear destinado a armas, ahora probablemente se vea obligado a tenerlo, ya que queda demostrado que solo tener esas armas genera respeto y seguridad en la comunidad internacional.

En ese contexto, el Parlamento iraní acaba de aprobar la salida del país de la OIEA, ya que, según los iraníes, el no haber condenado los ataques israelíes, hace que el organismo internacional sea cómplice de la mentira, ya que su propio informe había asegurado que no existía un programa nuclear iraní con fines bélicos.

Todos son interrogantes que empañan ese alivio que sentimos al principio cuando escuchamos el anuncio del alto el fuego. Una paz duradera es algo muy distinto, y tal vez lejano.  

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