El Gobierno y los bancos se culparon mutuamente durante las dos últimas semanas. El motivo estuvo originado en la finalización de un instrumento financiero que le otorgaba pesos con interés a las entidades.
Ese instrumento eran las Letras Fiscales de Liquidez (LEFI) que fueron desactivadas el 10 de julio. Hasta ese entonces, se utilizaban para absorber la liquidez sobrante del sistema. Es decir, al final de cada día, los pesos sobrantes eran rescatados por el Banco Central y al otro día esos montos eran acreditados a cada banco en cuestión con el interés correspondiente.
Pero con el fin de las LEFI eso se terminó y el sistema dejó de remunerar de forma automática el sobrante de pesos en poder de los bancos.
El presidente del Banco Central, Santiago Bausili, dijo que se pasó de un sistema en el que todo exceso de liquidez se remuneraba de forma automática a uno que dejó de ser remunerado por el Estado.
La medida tuvo impacto directo en el sistema: redujo los saldos de liquidez y, consecuencia de ello, subieron las tasas para conseguir pesos.
“Los bancos estaban acostumbrados a que todos los días ganaban una tasa de interés sobre todos sus saldos y ahora no la van a ganar más automáticamente. Ahora vas a programar tu necesidad de liquidez”, sostuvo Bausili.
“Cuando el Estado remunera todos los saldos todas las noches, es un costo para el Gobierno. En el extremo, es hasta un subsidio. En vez de que el banco esté mostrando su liquidez de forma eficiente, podés ser súper ineficiente, total alguien te lo paga. Ahora vas a tener que ganar un retorno según qué tan eficiente seas”, afirmó.
El desarme de las LEFI tuvo como consecuencia directa la suba del costo que tuvieron que pagar los bancos para conseguir pesos. Para hacerlo recurrieron, por ejemplo, a las cauciones. De hecho, la caución bursátil que estaba alrededor del 12% llegó a 80% y, según los bancos, algunas operaciones se pactaron con tasas de 130%.
La caución es una alternativa al plazo fijo, pero que se pacta en la Bolsa. En otras palabras, en lugar de prestarle dinero a un banco como en un plazo fijo tradicional, con las cauciones bursátiles se le presta a otros inversores. Esto se hace a través de la Bolsa, lo que permite plazos diversos, pero mucho más cortos. La gran ventaja de la caución colocadora es la flexibilidad, porque no queda atada a un plazo largo de 30 o 90 días.
El que pone el dinero en caución es el «colocador» y quien va al mercado a buscar la plata es el «tomador», que debe dejar en garantía un porcentaje de sus activos financieros.
En la práctica, las cauciones están respaldadas por títulos que «el tomador» (el que pide prestado el dinero) entrega como garantía de pago. Estos títulos se colocan en un Fondo de Garantía con un aforo establecido según las normas de la Comisión Nacional de Valores y de BYMA. Este aforo es un porcentaje establecido para cada valor negociable que es entregado en garantía de forma tal que el colocador cubra el 100% de la garantía.
Así es que, ante la falta de pesos las cauciones fueron la estrella o el dolor de cabeza de la semana.
Esta situación se dio porque los bancos que necesitaban pesos para afrontar diversos compromisos en moneda local tuvieron que salir a pedirlos a otros bancos. Hay más: algunos bancos tuvieron que desarmar posiciones en dólares para hacer frente a sus pagos en pesos.
La suba de las tasas no fue lo que deseaba el Gobierno. Pero nadie del Banco Central ni en Economía consideraron un error el desarme de las LEFI.
En los bancos, en cambio, están convencidos de que lo que hizo el BCRA fue improvisado o que no se midieron las consecuencias.
La aseveración se da porque el sistema financiero presta a mediano largo plazo y coloca a corto. Pero si se encarece la colocación de corto plazo se abren las puertas a dos caminos posibles: el primero es a aumentar la tasa de los créditos y el segundo es directamente a frenar los préstamos.
Ante tal situación, el BCRA flexibilizó las condiciones para que los bancos puedan venderle bonos mediante una ventanilla de liquidez inmediata a partir de la próxima semana.
De esa manera, se busca que los bancos tengan mayor facilidad para que puedan administrar los pesos, fondearse y devolver el dinero en el día, un mecanismo similar al que el propio BCRA interrumpió el 10 de julio pasado.