InicioSociedadVino, literatura, gastronomía y música se abrazan en Aguilar de la Frontera

Vino, literatura, gastronomía y música se abrazan en Aguilar de la Frontera

Cuando el sol declinaba este sábado y las piedras del castillo de Aguilar de la Frontera comenzaban a susurrar historias al viento, algo mágico sucedía. Era Vidarte, una velada en la que la historia se viste de gala, la cultura bebe de la vida misma y el vino sabe a paisaje, a tierra, a fiesta compartida con más de 300 personas.

El emplazamiento no podría ser más evocador. El yacimiento arqueológico del Castillo se convirtió en escenario de un espectáculo vivo. Allí, bajo la bóveda nocturna estrellada, se mezclaron ecos medievales, susurros clásicos y latidos contemporáneos. Los asistentes caminaron entre las ruinas que guardan memorias y entraron a cuatro escenas iluminadas con mimo, como si cada roca quisiera recuperar su voz.

Vidarte no es solo cultura, es un cuerpo compuesto: vino, música, teatro, poesía, gastronomía local. Este año, el vino fino acompañaba al cuadro flamenco con José El Berenjena al cante y Manuel Heredia a la guitarra. Las escenas creadas para la ocasión embelesaban con tangos, interpretados por Eva Calero al violín y Antonio Henares al piano y dos parejas bailando al son del tango. Un abrazo que se daba entre copas, entre versos, entre luces que dibujaban sombras antiguas con guion de Paco Cabezas y voces de Rafael Pino, Diego Igeño, Ángel Cardo y Ángela Palma. Una tercera escena, donde Ángel Cardo y Tere Postigo daban eco a la magia de sus voces mientras Gloria Ordóñez danzaba. Y la última, donde el protagonismo lo tenían el vino dulce PX y la tuna de Aguilar. En esta actividad el Ayuntamiento y la asociación Villa de Aguilar se coordinan con la sincronicidad de la maquinaria de un reloj para que ninguna pieza falle: que el vino sea de la tierra, que los sabores (las tapas) realcen cada momento y las notas musicales mariden con cada sorbo. Y es también un momento para honrar a los locales que crecen enraizados en Aguilar como se vive en cada escena, y Vicente Núñez, poeta aguilarense, que encuentra en Vidarte un lugar donde su voz se siente cercana.

Vino, literatura, gastronomía y música se abrazan en Aguilar de la Frontera. / Gema Albornoz

Los paseos entre los distintos escenarios -cuatro espacios distintos con sus vinos y tapas- obligaban a detenerse, a contemplar, a oír la respiración colectiva del público cuando la palabra se convertía en verso y la música en piel. La iluminación rasgaba la penumbra, la acústica hacía vibrar las murallas, los aromas del vino se mezclaban con la brisa.

Humano, histórico y festivo

En una comunión silenciosa entre lo humano, lo histórico y lo festivo donde se reafirma la propia identidad aguilarense. Un recordar lo que somos: pueblo con historia, con raíces, que sabe mirar atrás con respeto y hacia adelante con esperanza. Es abrir sus puertas al mundo: invitar al visitante a conocernos no como quien mira ruinas, sino como quien se atreve a compartir su esencia.

Imaginen: una copa de vino joven, fino o dulce en mano. El aroma a uva y tierra. Una tapa que habla de sabores de la infancia. Una voz que recita el verso exacto, difícil, bello. Una guitarra que tiembla al compás de la luz de la luna. El murmullo del público, la sonrisa compartida, el brillo en los ojos: «Esto es lo nuestro». Ese instante cuando todo se alinea, cuando las paredes del castillo no sienten que están de piedra, sino que laten contigo. Vidarte recuerda que la cultura no es lujo, sino sustancia: algo que hace que un pueblo tenga dignidad, tenga voz, tenga futuro.

Anoche en Aguilar, entre vinos y versos, lo viejo y lo nuevo dialogaban, y cada persona se sentía parte de algo grande, más allá del tiempo.

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