Una vez al mes, Laura (55 años), María (23), Antonia (52) y Emma (25 años) dejan a un lado su rutina para acudir a un centro a hacerse la manicura. Lo hacen por motivos principalmente estéticos, aunque también como un ejercicio de autocuidado. “Son dos horas en las que desconecto e invierto en mí misma”, explica Antonia. “En mi caso, la manicura se ha convertido en un accesorio más, me veo rara cuando no las llevo”, cuenta María.
Estas cuatro mujeres residentes en la provincia de Barcelona y de edades tan distintas forman parte de las más de nueve millones de usuarias recurrentes que en España dan lugar a la contratación de 40 millones de servicios de tratamiento y decoración de uñas profesionales al año, según datos de la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética (STANPA).
Las uñas se han convertido en un accesorio más, me veo rara cuando no las llevo esmaltadas.
María, 23 años (Rubí, Barcelona)
— Clienta desde hace 7 años
Desde la patronal calculan que el sector mueve más de 600 millones de euros al año, de los cuales, 350 dependen directamente del servicio de la manicura semipermanente, que aglutina el 45% de la demanda. A él le sigue el servicio de manicura o tratamiento de uñas (23% de la demanda), el esmalte tradicional (23%) o la construcción de uñas, que a pesar de aglutinar solo un 9% de la actividad mueve más de 150 millones.
Las grandes urbes se tiñen de centros
Desde los grandes centros urbanos a barrios y municipios de todo el país, es difícil no encontrar un centro estético de uñas. «En mi ciudad no paran de abrir» relata María, residente de Rubí, municipio vallesano de 80.000 habitantes donde en los primeros 550 metros de su calle principal suma 8 negocios de es este tipo. «Al principio eran solo ‘asiáticos’, pero en los dos últimos años han abierto cuatro locales de franquicias muy conocidas» relata.
Sin embargo, cuantificarlos no es tarea sencilla, «porque las licencias comerciales dependen de cada ayuntamiento y no existe un registro unificado» explican desde el departamento de Consumo de la Diputación de Barcelona. Y a ello se suma la economía sumergida, todavía muy presente en el sector.
Muchas comenzamos montando un pequeño espacio en el salón de casa, practicando con amigas y familiares, y después anunciándonos en redes sociales.
Por ejemplo, Katty Poma, madrileña de 32 años de origen colombiano, cuenta en su cuenta de TikTok @naibeauty223 cómo al quedarse embarazada tuvo que dejar el centro estético en el que trabajaba y emprender desde casa. No es un caso aislado. “Al principio, muchas comenzamos así: montando un pequeño espacio en el salón de casa, practicando con amigas y familiares, y después anunciándonos en redes sociales o plataformas especializadas como Treatwell, Booksy o incluso Wallapop, que no requieren estar dado de alta de autónomo”. Un año después, consiguió ahorrar lo suficiente como para contratar una gestoría, darse de alta, y, hoy lleva a cabo su actividad en un estudio ubicado en el Barrio de Salamanca (Zona de Velázquez).
Las franquicias ya suman más de 2.200 unidades operativas, dónde Madrid, Andalucía, Catalunya y la Comunidad Valenciana concentran el 70% de los establecimientos
Andrés Álvarez Olmedo
— Portavoz de Tormo Franquicias Consulting
Más allá de este tejido informal, STANPA estima la existencia de 26.000 centros especializados en España, incluyendo peluquerías, centros de belleza y locales dedicados exclusivamente a las uñas. De estos, la consultora Torno asegura que las franquicias ya suponen más de 2.200 unidades operativas, dónde Madrid, Andalucía, Cataluña y la Comunidad Valenciana concentran el 70% de los establecimientos. “Son las que concentran mayor densidad de población, capacidad de consumo y atractivo turístico” explica Andrés Álvarez Olmedo, portavoz de la consultora.
Ejemplos de esta expansión no faltan. Hello Nails, fundada desde Barcelona en 2018 por las catalanas Belén Aventín y Noelia Gómez, se ha convertido en una de las cadenas más reconocidas: cerró 2024 con 190 locales y 40 millones de euros de facturación —un 34% más que el año anterior— y este año prevé abrir otros 40 salones e iniciar su internacionalización. Nails Factory, pionera en el sector tras su llegada a España en 2005 de la mano de Yolanda Beltrán, suma ya más de 175 centros. Y D-uñas, fundada en 2006 en Málaga por Mery Oaknin y Sandra Benzaquén, se ha consolidado como una de las más veteranas, con más de 200 salones en todo el mundo, 58 de ellos en España.
¿Por qué han crecido tanto?
La explicación está en la propia demanda, y en un sector, el del perfume, cosmética y cuidado personal que solo en 2024 creció un 12,4%, cuatro veces superior a la media de la economía española. «Es el reflejo de una sociedad donde el bienestar y el cuidado personal son valores al alza» explican desde la patronal. De forma añadida, la industria ‘beauty‘ española superó los 10.400 millones de euros en el mercado. Y en los últimos cuatro años postpandemia, ha pasado de contribuir el 0,9% al 1,03% del PIB.
Un establecimientos de esmaltes de uñas en el centro de Barcelona. / Elisenda Pons
En el caso de la manicura, el carácter recurrente de este servicio (entre 3 semanas y un mes) lo convierte en un negocio con barreras de entrada bajas y retorno rápido. Olmedo explica que la inversión inicial para abrir una franquicia se sitúa entre 25.000 y 35.000 euros, con plazos de recuperación de 12 a 24 meses y una rentabilidad media de entre el 15% y el 25%. “Es un modelo accesible para quien busca autoempleo, pero que requiere estar al pie del cañón. No es un negocio que se pueda delegar”, subraya el portavoz.
La formación reglada es incipiente
La expansión de las franquicias ha ido acompañada de una progresiva profesionalización del sector. “Cada año atendemos a más de 200 alumnos”, explican desde el Instituto de Formación Profesional Thuya, que desde Sant Gervasi se han convertido en referentes por toda España con proyecto “Universidad de las Uñas”, creado en 2013 para cubrir ese vacío. «El perfil del alumnado va desde jóvenes que ven en la manicura una salida creativa, profesionales de la estética que buscan especializarse a mujeres que deciden reinventarse laboralmente» detalla Sonia Pujol, profesora de la escuela desde hace más de 20 años. El índice de inserción laboral supera el 80%, síntoma de un sector en crecimiento y que, desde STANPA, calculan que ya genera 43.000 puestos de trabajo.
El perfil del alumnado va desde jóvenes que ven en la manicura una salida creativa, profesionales de la estética que buscan especializarse a mujeres que deciden reinventarse laboralmente.
Sonia Pujol
— Profesora en la Escuela Thuya
En cuanto al sueldo, según el Convenio Colectivo de Peluquerías, Centros de Estética y Belleza de Cataluña 2024-2026, la categoría profesional de manicurista se encuentra en el grupo IV, con un salario garantizado de 1.134 euros brutos al mes en 14 pagas, es decir, poco más de 15.800 euros anuales. Son cifras ajustadas para un trabajo exigente en horas y en atención al cliente, opinan varias de las manicuristas consultadas. Para Katty Poma, «el ritmo que exigen en las franquicias, con esas condiciones, es inasumible” confiesa. Por ello, trabajar por cuenta propia se ha convertido en el sueño de muchas, aunque el camino no esté exento de retos.
Emprender de forma autónoma
Desde hace dos años, en el barrio de Can Parellada en Terrassa (Barcelona), Yaiza Gallardo trabaja cada día de 10h a 20h en su propio local; “Yaiza Nails”. Hoy, recuerda con cariño los inicios de su emprendimiento. “Pensé que iba a ser más fácil. Al final me gasté unos 15.000 euros entre obras, licencia y material. Es mucho esfuerzo y no puedes bajar la guardia» asegura.
Es un sector muy vocacional, pero a veces olvidamos que detrás hay una empresa
Tamara Peral
— Manicurista y creadora de contenido
Porque además de la implicación, el éxito también depende de la gestión. “Y es aquí donde muchas fallamos. La parte técnica la dominamos, pero nadie nos enseña a llevar una empresa: a calcular márgenes, negociar con proveedores, gestionar personal, tener un sueldo…” cuenta Tamara Peral. Natal de Madrid, esta manicurista y empresaria con más de 11 años de experiencia abrió su primer salón con 21 años. Hoy, consciente de todos los errores que ha cometido por el camino, ha creado una comunidad online donde a través de su cuenta de Instagram y Tiktok @tamara.peralv imparte consejos a otras manicuristas autónomas. “Es un sector muy vocacional, pero a veces olvidamos que detrás hay una empresa”, reflexiona Tamara.
Preguntadas Yaiza y Tamara sobre si temen que las grandes franquicias pongan en riesgo sus centros autónomos, ambas lo niegan. “Tenemos modelos y objetivos distintos, hay espacio en el mercado para todas” explica Tamara. “Estoy segura de mi diferencial: siempre intento que salgan perfectas. Si veo que no están contenta, les pregunto y lo arreglamos. En una franquicia, eso no pasa” asegura Yaiza.
El escaparate de las redes sociales
Es viernes, son las 18h de la tarde y, como cada mes, Laura se dirige a su centro de uñas a realizarse un servicio de manicura y pedicura semipermanente con un presupuesto fijo de 65 euros, siempre optando por diseños originales y colores divertidos. “Forman parte de mi identidad y de cómo me proyecto al mundo” comparte.
Vivimos en una sociedad acelerada e incluso el bienestar se busca en versión exprés. La manicura rápida y low cost encaja en esa lógica. Es un reflejo de cómo hemos adaptado hasta los rituales de cuidado a un ritmo de vida acelerado.
Beatriz Gil Bóveda
— Psicoterapeuta especializada en autoestima y liderazgo
Y es que la expansión de este negocio no puede entenderse sin su vertiente social, que ha convertido la manicura en un ritual de autocuidado y autoestima. «No es solo un gesto estético; para muchas mujeres es un mini lujo emocional, un servicio que, por un precio relativamente accesible, ofrece bienestar y sensación de control» explica Beatriz Gil, psicoterapeuta en Barcelona especializada en autoestima y liderazgo.
Desde nuestros teléfonos, Pinterest, Instagram y TikTok potencian esta moda. “Muchas veces las clientas vienen con el móvil en la mano y me dicen: ‘Quiero esta’. Y tú tienes que saber hacerlo y rápido para subirte al carro”, cuenta Tamara Peral. Porque para muchas clientas, el algoritmo marca sus decisiones, y la foto que suben después, las refuerza.
Es un fenómeno cultural: “Vivimos en una sociedad acelerada e incluso el bienestar se busca en versión exprés. La manicura rápida y low cost encaja en esa lógica, igual que el café para llevar. Es un reflejo de cómo hemos adaptado hasta los rituales de cuidado a un ritmo de vida acelerado”.
Suscríbete para seguir leyendo