InicioSociedadPaíses africanos plantan cara a Trump y se niegan a aceptar deportaciones...

Países africanos plantan cara a Trump y se niegan a aceptar deportaciones de EEUU

Cuando el presidente Donald Trump desmanteló la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), la Casa Blanca justificó la decisión alegando que necesitaba redirigir fondos hacia otras prioridades, como la modernización de las fuerzas de seguridad o la aplicación de sus políticas antiinmigratorias. Pero tras la retirada de esa cooperación —clave en sanidad y desarrollo—, además del vacío evidente que ha dado pie al repunte de epidemias y a sistemas médicos colapsados, también otro giro estratégico se ha hecho evidente. Detrás de esa retirada se escondía un propósito político: forzar a los gobiernos africanos a renegociar acuerdos bilaterales en condiciones desfavorables.

“El Gobierno de Trump ha puesto mucha presión sobre los países africanos para que acepten a los presos que Estados Unidos no quiere”, explica a EL PERIÓDICO Gilbert Khadiagala, director del Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad de Witwatersrand, en Johannesburgo. “Los países más vulnerables, tanto financiera como políticamente, son los más propensos a ceder ante las exigencias de Estados Unidos”, apunta. Lo hacen a cambio de ayudas mucho menores que las que antes ofrecía Washington, pese a las mayores exigencias y a las frecuentes violaciones del derecho internacional.

Algunos gobiernos han comenzado a resistirse a estas condiciones y plantarle cara a Trump. “Aplaudo a los muy pocos países que han sido capaces de plantarse y decir ‘no, no podemos aceptar esto’, pero son realmente muy pocos”, señala Khadiagala. La Casa Blanca concentra su presión en los más dependientes, como Sudán o Guinea. El pequeño reino de Esuatini, sumido en una crisis sanitaria tras el colapso de los fondos de USAID, fue uno de los primeros en aceptar deportados a cambio del restablecimiento parcial de la ayuda.

La África rusa

Entre quienes más abiertamente desafían a Washington destacan Mali, Burkina Faso y Níger, gobernados por juntas militares apoyadas por Rusia. “Esta postura agresiva contra Estados Unidos es muy particular de estos países debido a su alineamiento geopolítico con Moscú”, explica a este diario Ryan Cummings, director de análisis de la consultora Signal Risk. La cooperación con el Kremlin se centra en el suministro de armamento y servicios de seguridad —como el grupo Wagner—, a cambio de acceso a minas de oro y otros recursos.

Sin embargo, desde que en 2022 el Kremlin pusiera al servicio de la invasión de Ucrania todos sus recursos, la influencia de Moscú en África ha quedado relegada a los márgenes y no se ha consolidado como alternativa real a Occidente: su ayuda se ha probado insuficiente frente al yihadismo, y su peso económico, marginal. Por eso es simbólica la oposición de Burkina Faso de que no aceptará deportaciones estadounidenses, y Mali ha respondido imponiendo a los viajeros de EEUU el mismo pago de visado de 10.000 dólares que Washington exige a los malienses.

La África fuerte: Sudáfrica y Etiopía

Al margen del bloque ruso, algunos países más estables también marcan distancia con Washington. Etiopía y Sudáfrica defienden su soberanía frente a las presiones estadounidenses. “Sudáfrica no seguirá la línea de la Administración Trump ni adaptará sus políticas internas o exteriores para complacerle”, subraya Cummings. Su peso económico le permite mantener una relación más equilibrada: numerosas compañías estadounidenses operan en el continente desde Sudáfrica, y el presidente Cyril Ramaphosa —heredero político del movimiento de Nelson Mandela— ha mostrado una política exterior autónoma: ha llevado a Israel ante la Corte Internacional de Justicia por crímenes de genocidio y ha rechazado las acusaciones de Trump sobre una supuesta persecución de los blancos.

Etiopía, por su parte, encarna una resistencia basada en la autosuficiencia. Con una economía diversificada, Adís Abeba ha financiado la llamada Gran Presa del Renacimiento en el río Nilo, lo que le ha valido una gran controversia con Egipto, y lo ha hecho sin recurrir a Washington ni a organismos internacionales. Este megaproyecto, símbolo de desarrollo y orgullo nacional, ha reforzado la autonomía política del país frente a la presión exterior y demuestra que la independencia económica permite desafiar incluso al EEUU de Trump, que se ha tratado de colgar la medalla de la presa sin fundamento.

Falta de cohesión

La falta de cohesión dentro de la Unión Africana agrava la fragmentación. La organización continental ha guardado silencio ante la política de deportaciones, incapaz de articular una respuesta común. Mientras tanto, Washington aprovecha las divisiones para negociar por separado. 

Por eso, se han visto respuestas mixtas como la de Ghana, que ha optado por aceptar deportados pero solo de países de África Occidental para redistribuirlos en la región. “Esa capacidad de negociación es poco común”, admite Khadiagala, aunque recuerda que “las organizaciones de derechos humanos sostienen que viola el principio básico de no devolver a deportados cuando no se puede garantizar su seguridad en el país de origen”.

Diplomacia desesperada

Con todo, este cambio de política estadounidense no es garantía de que los países africanos consigan mayor independencia, sino todo lo contrario. “La mayoría de los países africanos aún quieren mantener una relación cordial con Trump”, señala Cummings. “Saben que es un presidente muy transaccional: si cedes a sus exigencias, recibes algo a cambio, ya sea ayuda financiera, trato preferente o acceso al mercado estadounidense”. En Kenia, por ejemplo, el Gobierno confía en que estrechar la relación con la Casa Blanca garantice estabilidad y respaldo internacional.

China, por su parte, mantiene una presencia más discreta y pragmática: financia infraestructuras —carreteras, puertos, ferrocarriles— a cambio de recursos naturales, sin interferir políticamente. En paralelo, países del Golfo como Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos se presentan como nuevos inversores dispuestos a aportar capital sin exigencias ideológicas.

El ‘America Primero de Trump se traduce en acuerdos bilaterales asimétricos, donde la ayuda se condiciona a la obediencia política. Frente a ello, África, dividida entre la necesidad y la dignidad, vuelve a ser escenario de una disputa global por la soberanía y la influencia.

Suscríbete para seguir leyendo

Más noticias
Noticias Relacionadas