Un diminuto pájaro que pesa menos de 30 gramos logra volar más de 11.000 kilómetros, desde Escandinavia hasta el sur de África, con una precisión casi matemática. No se trata de una proeza ocasional: cada individuo de alcaudón dorsirrojo (Lanius collurio) sigue un cronograma tan exacto que la variación en el tiempo total de vuelo entre distintos ejemplares apenas alcanza el 6%. Este inusitado nivel de precisión obedece a cuestiones genéticas mucho más complejas y detalladas de lo que la ciencia había sospechado hasta ahora.
Investigadores de la Universidad de Lund, en Suecia, acaban de demostrarlo gracias a unos nuevos registradores de datos (‘data loggers’), unos instrumentos que pesan apenas un gramo y registran la actividad de las aves de forma continua durante toda la migración. Los científicos han podido seguir así trayectos completos y cuantificar con exactitud tiempos de vuelo, etapas y variación entre individuos; el estudio aparece publicado en ‘Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences».
La investigación aborda una pregunta clásica de la ornitología: ¿Cómo consiguen las aves pequeñas orientarse y mantener rutas tan largas y complejas? Hasta ahora se sabía que el comportamiento migratorio tiene una base heredada que orienta dirección y distancia, pero la resolución de los datos disponibles impedía trazar con detalle el desarrollo de cada viaje. Con los nuevos ‘data loggers’ desarrollados en Lund, los autores han podido reconstruir año tras año la localización de ejemplares individuales, su cronología de desplazamientos y la duración exacta de cada etapa.
Resultados llamativos
«Ahora podemos seguir la ubicación de un ave a lo largo del año. Cómo llegó allí y cuánto tardó exactamente. Cada ave parece seguir un horario preciso con etapas distintas, y la variación entre individuos es sorprendentemente pequeña«, afirma Sissel Sjöberg, ecóloga evolutiva en la Universidad de Lund, quien lidera el trabajo.
Un alcaudón dorsirrojo es liberado tras ser equipado con un registrador de datosa. / Sissel Sjöberg
Los resultados cuantitativos son llamativos: durante la migración de primavera, el tiempo total de vuelo entre individuos difiere apenas un 6%, pese a que cada ave acumuló alrededor de 270 horas de vuelo repartidas en 43 noches de travesía y cubrió más de 11.000 kilómetros.
Esos números permiten apreciar no solo la resistencia física de estas diminutas aves, sino también la regularidad con la que ejecutan su plan de viaje: etapas bien definidas, descansos y reanudaciones que se repiten con escasa variación entre ejemplares. El uso de dispositivos tan ligeros ha sido clave para obtener esta resolución temporal y espacial sin afectar de forma apreciable el comportamiento de las aves.
Influencia de la genética
El hallazgo obliga a replantear la complejidad del programa migratorio heredado. Los datos recabados sugieren que la información genética que guía la migración podría ser más detallada de lo que se pensaba: no solo indicaría la dirección y la distancia, sino también una secuencia temporal de etapas y una sincronización precisa entre individuos.
«Los resultados nos brindan nuevos conocimientos sobre cómo la genética puede influir en los largos viajes de las aves pequeñas a través de los continentes, y es posible que debamos reconsiderar qué componentes de las aves migratorias heredan de sus progenitores y cómo funciona esto. Su programa genético de migración podría ser considerablemente más avanzado de lo que pensábamos«, señala Sjöberg.
El registrador de datos: pesa aproximadamente un gramo y registra datos durante todo el año. / Sissel Sjöberg
El estudio se centra en la ruta que conecta el sur de Suecia con el sur de África, un trayecto que estas aves realizan año tras año. Lejos de comportarse como viajeros improvisados, parecen ejecutar un plan de vuelo integrado que abarca todo el recorrido, desde los puntos de partida hasta los destinos en el continente africano.
Un logro impresionante
Para un animal diminuto, la capacidad de mantener un calendario tan estricto y una eficiencia de vuelo tan alta resulta notable, destacan los investigadores. «Es un logro impresionante para un pequeño pájaro que solo pesa entre 25 y 30 gramos», resalta Sjöberg.
Además de aportar datos sobre tiempos y distancias, la investigación abre interrogantes sobre los mecanismos fisiológicos y neurológicos que permiten esa precisión. La combinación de un programa genético detallado con señales ambientales –como el campo magnético, la posición del sol o las corrientes de viento– podría explicar la exactitud observada, pero el estudio no pretende cerrar el debate; más bien, ofrece una base empírica sólida para nuevas preguntas.
En todo caso, la posibilidad de que la migración incluya una secuencia heredada de etapas y una sincronización temporal entre individuos plantea retos para entender la evolución de este comportamiento y su plasticidad frente a cambios ambientales.
Ejemplar de alcaudón dorsirrojo. / Hajotthu
Comparar patrones
Los autores también señalan el valor de la tecnología empleada: los ‘data loggers’ de un gramo permiten ahora estudiar especies pequeñas que antes quedaban fuera del alcance de los métodos de seguimiento de alta resolución. Esto amplía el campo de estudio a numerosas aves migratorias de tamaño reducido y permitirá comparar patrones entre especies, poblaciones y rutas.
No obstante, el trabajo actual se limita a la especie estudiada y a las rutas registradas; por ello, los investigadores proponen ampliar muestreos y replicar el enfoque en otros contextos geográficos para comprobar hasta qué punto los hallazgos son generalizables.
